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domingo, abril 30, 2006

RECORDS DE ANIMALES

El elefante africano: El mamífero terrestre más pesado. Puede llega a pesar más de siete toneladas y alcanzar los cuatro metros y medio en la cruz, aunque la mayoría de individuos se contente con un peso medio de cinco toneladas y una altura media de tres metros y medio. El elefante asiático, más pequeño, sólo llega como cifra récord a alcanzar las medidas medias de los elefantes africanos. Para que pueda funcionar esa enorme máquina biológica, un elefante debe comer un mínimo de 150 kgs. de vegetales al día, principalmente hierba. Dedica dieciséis horas cada jornada a la comida. La piel del elefante alcanza los tres centímetros de grosor, pueden llegar a vivir unos setenta años y sus colmillos llegan a medir tres metros. Es uno de los animales pues más asombrosos del entorno natural.
La jirafa: El animal más alto. Una jirafa normal mide alrededor de 4,8 metros de altura y pesa unas dos toneladas. Pero el récord absoluto lo conserva todavía un macho que llegó a medir ¡6,05 metros de altura! ¿Para qué necesita un cuello tan largo este animal? La respuesta es muy sencilla: para poder acceder a las ramas más altas de los árboles y no tener allí competencia alguna, salvo el elefante, de modo que pueda disponer de suficiente cantidad de hojas con las que alimentarse satisfactoriamente. La jirafa es muy tímida y evasiva. Su excelente visión, y su altura le permite descubrir fácilmente a sus enemigos —leones y a veces el hombre— y a la menor alarma huye corriendo a casi sesenta kilómetros por hora. El cuello de la jirafa tiene el mismo número de huesos que el nuestro, sólo siete.
El perezoso: El mamífero más lento del mundo. Este campeón de la lentitud alcanza una velocidad en tierra de cinco metros por minuto, es decir, que en una hora sólo puede recorrer unos 300 metros. En los árboles pueden llegar a doblar su récord en tierra. Este famoso representante de la pereza, un «gandul» empedernido, se alimenta de hojas, aunque para tal menester dedica un máximo de dos horas al día. El resto de la jornada se dedica a dormitar colgado de alguna sombreada rama. Una cosa sorprendente de este «as de los vagos» es que en su pelaje se aloja un alga parásita que le confiere una tonalidad verdosa, ayudándole a confundirse con la vegetación. De esta forma puede librarse más fácilmente de sus enemigos, como ocurre con otras muchas especies de animales.
El guepardo: El mamífero más veloz. Es el animal más rápido a cuatro patas pudiendo alcanzar hasta 113 Km/h. Naturalmente esa velocidad la puede mantener sólo unos segundos por lo que si no alcanza a su víctima en menos de unos 400 metros abandona la persecución. También es prodigiosa la aceleración de este felino que puede alcanzar los 72 km/h en sólo 2 segundos. A diferencia de los otros felinos, las uñas del guepardo no son retráctiles. Sin embargo, en proporción al resto del cuerpo tiene las patas más largas que el resto de los animales de su misma familia. Su cola mide de 60 a 80 centímetros y el peso de los adultos oscila entre 28 y 75 kilogramos. Su longevidad se estima en unos quince años y las madres tienen hasta cinco cachorros en cada camada. Un animal espectacular.
El halcón peregrino: El animal más veloz de la Tierra. No hay animal tan rápido como el halcón peregrino. Cuando persigue a sus presas en picado puede llegar a alcanzar los 300 Km por hora. Medalla de oro sin discusión alguna. Cuando el peregrino localiza a sus presas, otras aves, en ocasiones a varios kilómetros de distancia, cierra las alas y se deja caer en picado, acelerándose para atraparla en el aire antes de que tenga alguna posibilidad de esconderse. También en el halcón es proverbial su vista. En la escritura jeroglífica la forma de su ojo significaba «ver».
El delfín: El mayor saltador de altura. Aunque el delfín compita con la marsopa de Dall y la orca por conseguir un podio en la especialidad de natación, tan sólo conseguiría el bronce compitiendo con esos dos parientes. Sin embargo, mantiene un récord absoluto en salto de altura, ¡siete metros por encima del agua! Es el mayor salto de altura jamás registrado, pues un delfín salta de media tres o cuatro metros. Para realizar ese prodigioso salto el delfín salta a toda velocidad bajo el agua —pueden nadar a una velocidad de hasta 50 km/h— y tras un potente aletazo se propulsa en el aire para volver a caer sobre una alfombra de espuma. Es un animal muy querido por el ser humano y hace las delicias de los más jóvenes en parques acuáticos de medio mundo.
La rana arlequín: La rana más cuentista y astuta. La rana arlequín de las selvas del Darién no es venenosa como sí son sus vecinas, las ranitas flecha. Sin embargo, ha adquirido los colores de las venenosas —por el fenómeno del mimetismo— para que los predadores de turno las respeten. Sin embargo, cuando el hambre canina y corrosiva aprieta, muchos predadores bisoños pasan por alto el escozor ácido de las ranitas venenosas, y las atacan aún considerando el peligro que representan. Llegados a tales casos todo parece perdido para la rana arlequín, pero no es así siempre. Todavía le queda una última carta para intentar salvar la vida: «hacerse la muerta».
El avestruz: Es el animal que más velocidad puede alcanzar corriendo sobre dos patas. El avestruz es el animal que más velocidad puede alcanzar corriendo sobre dos patas. Puede alcanzar los 67 Km/h y puede mantenerse corriendo grandes distancias a esa velocidad. Bastante más que el hombre que no llega a los 40 Km/h durante un máximo de 100 metros. El avestruz macho puede medir dos metros y medio de altura y pesar más de 130 kilos. Los avestruces tienen sólo dos grandes y fuertes dedos en cada pie que pueden usar para defenderse. Cada huevo de avestruz puede pesar hasta un kilo. De su resistente piel se pueden hacer zapatos y bolsos de excelente calidad. Los avestruces, los emúes y los ñandúes son aves no voladoras muy parecidos porque están adaptados a la vida en las praderas.
La tarántula gigante: La araña más grande. Existen muchas arañas gigantes, pero la más grande de todas es la gigantesca Theraphosa blondii, la más grande del mundo, también conocida como Mygala. Vive en las selvas de Brasil y Venezuela, donde los yanomami las capturan y se las comen. Más que por hambre, éste es un rito basado en la creencia —muy generalizada en varias etnias— de que al comerla se adquieren las virtudes del animal comido, en este caso su bravura y fortaleza. A modo de iniciación como cazadores, los jóvenes ponen a prueba su valentía, teniendo que sacar la tarántula venenosa de la cueva para envolverla viva en una hoja de palma, donde la transportan hasta el campamento para comerla, una vez quemados los peligrosos pelitos y asada. Al parecer su sabor no debe ser muy desagradable.
El cangrejo ermitaño: El animal más «okupa». El cangrejo ermitaño se ha caracterizado por no poseer caparazón propio, alojándose en la concha de una caracola marina. Al igual que Diógenes, que por cierto ha cedido su nombre a una especie de cangrejo ermitaño, estos crustáceos son muy sufridos a la hora de buscarse alojamiento, como el sabio que se alojaba en un tonel. Evolutivamente el abdomen de los cangrejos ermitaños se ha convertido en blando y asimétrico, y está plegado y retorcido, todo para que pueda encajar en la cavidad de las caracolas vacías que toma prestadas. Si alguien agarra por las pinzas y el tórax a uno de estos crustáceos y trata de sacarlo de su habitáculo observará que se haya firmemente sujeto a la concha del caracol marino gracias a los apéndices abdominales.
Tortuga gigante: Tortuga de las Islas Galápagos. El lentísimo crecimiento de las tortugas gigantes de Galápagos prosigue a lo largo de toda su vida. Ese fenómeno y lo largo de su existencia ha provocado que las tortugas de Galápagos, junto con las tortugas de Aldabra, alcancen tamaños desmesurados para un reptil quelonio. Una de estas tortugas gigantes puede llegar a alcanzar los 250 kg de peso y a medir hasta un metro y medio por su curvatura. Si resaltan por su gran tamaño, también es mencionable su récord de longevidad en el mundo animal. Se especula con que las tortugas gigantes pueden superar la edad de los doscientos años, e incluso los 250 años, aunque lo cierto es que nadie ha vivido tanto para poder contarlo.